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Fabrizio Corneli, Florencia, 1958.
El trabajo de poses ante todo sorprende, provoca misterio y asombro, convirtiendo la experiencia de la visualidad en una auténtica aventura de percepción. Sus obras transforman radicalmente el espacio, pero con un impacto muy leve en él: al ser activadas por la luz, revelan dibujos de sombras, figuras de rostros, edificios o cuerpos suspendidos en pleno vuelo. En ausencia de esta luz activadora, el espacio de las paredes donde aparecen las formas y dibujos queda casi vacío y desnudo. Del plano de la pared solo sobresalen listones de metal, peines u otros materiales. Mientras no haya luz brillando sobre estos obstáculos, las formas no se "activan".
Este dispositivo, basado en la relación entre luz y sombra, puede entenderse como un mecanismo de metáforas polisémicas que, en definitiva, sitúan en primer plano la experiencia perceptiva. Las historias sobre sombras han alimentado la imaginación desde la antigüedad. La literatura fantástica del romanticismo ha relacionado la sombra con una determinada idea o representación del alma. Así ocurre en el conocido cuento de Adelbert von Chamisso, Peter Schlemihl o El hombre que perdió su sombra, en cuyas páginas se hace eco del Fausto de Goethe, y también, aunque de forma diferente, en el cuento de Andersen, titulado precisamente La Sombra.
Este camino de la imaginación, sin embargo, nos lleva también a las sombras de la caverna de Platón, a sus metáforas sobre el conocimiento, y también al mito que Plinio el Viejo relata en su Historia Natural, para explicar el nacimiento de la pintura.
Cuenta la leyenda que la hija de Butades, un alfarero de Sición, no se sabe si en esta ciudad o en la vecina Corinto, habría dibujado una línea en una pared, trazando la silueta de la sombra de la cabeza de al hombre amado, la noche anterior a su salida de la ciudad, para recordar los rasgos de su rostro. Sombra y pintura establecen a partir de este momento una conexión paradójica, mientras la luz asume el papel de iluminar oscureciendo. En este sentido, la obra de Corneli se convierte en pintura sin pintura y escultura sin volumen que transforma el espacio, forzando una interacción permanente.
La forma es la sombra. La imagen se construye a través de la oscuridad que proviene de la luz. El procedimiento es muy sencillo, pero implica un complejo proceso de concepción y realización. Fabrizio Corneli utiliza la luz como materia y su herramienta es el cálculo trigonométrico dirigido a la activación de juegos de percepción mediante un uso muy preciso de la perspectiva que a su vez trabaja con sombras y reflejos.
Las matemáticas y el cálculo se convierten en una metodología de desmaterialización sistemática del trabajo. Reúne la investigación óptica y las diversas tradiciones de la perspectiva, utilizadas desde el Renacimiento pero reinterpretadas desde lo contemporáneo para una visualidad abierta. La sombra funciona así como una extensión ampliada de la geometría.
La obra de Corneli se hace eco de todas estas paradojas y resonancias, colocándose fuera de cualquier corriente, pero en el centro de la experimentación sobre la percepción visual. Aunque en el panorama artístico internacional la luz y la sombra se han trabajado desde muy diversas perspectivas, es difícil encontrar un proyecto tan coherente y riguroso como el de Corneli, único en vincular la fabricación artesanal con los cálculos matemáticos, donde el papel de la tecnología es mínimo y generalmente se limita a la óptica.
Halo, 2013
"Si entendemos el blanco como luz y el negro como sombra, podríamos decir que en mis obras no hay ni luz ni sombra, sino un continuo de grises. La ambigüedad de la percepción es un concepto fundamental para entender la poética de Corneli, quien añade: "Aunque el enfoque de mi modus operandi es racional y matemático, el resultado en el mejor de los casos es difícil de enfocar. La imagen como significado quiere ser esquiva y en cualquier caso referirse a un universo, el de las sombras, fluido y poco fiable.
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